Posted on April 12, 2022 by admin
“El Roble más fuerte del Bosque no es el que está protegido de la tormenta y escondido del sol. Es el que está al aire libre donde se ve obligado a luchar por su existencia, contra los vientos y las lluvias y el sol abrasador.”
Gracias Gran Madre naturaleza por los bosques proveer, y por tu consciencia, sabiduría, amor y energía gratuita, libremente poder absorber.
Son los Bosques los que hacen el aire aclarecer, en sí, volver a renacer para nuestras células de oxígeno abastecer, son la causa del primer aliento del niño al nacer, y al que transciende su último respiro proveer, y en Bosques celestiales nuevas veredas hacer y recorrer.
Caminando por el Bosque
Caminaba por el Bosque un día a un lugar que conocía, era un lugar como de un cuento, de fantasía, donde la manzanita, los pinos y el Roble, a los animales sustento, hogar y sombra proveía.
Un tejón agresivamente me seguía, no lo tomés personal, una lagartija me decía, quizás simplemente protegía su territorio y su cría.
De rama en rama brincaba una ardilla, de la manzanita las frutas el venado comía, mientras un venadito baby, en la sombra de un inmenso Roble se escondía, Mamy allí está un humano probablemente decía.
En este pequeño valle una abeja felizmente volaba mientras la mejor flor para chuparle la miel escojía, muy similar a la mujer y el hombre cuando buscan del uno y la otra compañía y cortejía, para compartir y chuparle la energía.
No solamente intercambio de líquidos la experiencia sería, pero también de una linda y preciosa melodía acompañada de muchísima energía y alegría, acto divino que abre portales y crea realidades yo diría.
Era un lugar de magia por la mañana, el medio día, y cuando el crepúsculo caía, presente o no, Yo lo apreciaba cada día.
Algunas veces me traía un pedazo de queso con tortilla, caminaba, y bajo la sombra de un anciano Roble me sentaba, y meditaba todo el día y como las flores en la primavera, así mi cuerpo y alma floresía.
El viento traía y llevava consigo una linda melodía, mensajeros un viejo y conocido maestro les decía, era en verdad un lindo y precioso día, y la hierva se movilla y se movilla y se movilla y danzaba el bosque con alergría.
Sol, luna, viento, agua y tierra, lo visible y lo invisible, se entrelazaban en perfecta harmonía.
Era un lugar como de fantasía, donde La ilusión y espejismo de lo llamado tiempo, separación, limitación y preocupación, no existía, la vegetación naturalmente lo absorbía.
Escuchaba al Bosque que decía, que con su vibración, silencio, y energía, la consciencia del planeta expandería, y que si no podía, pues al menos trataría. Ese es verdadero amor, Yo diría, aún cuando de sus entrañas le arrancan los hijos, cada día.
La más grande alquimia que el humano hacía, era que de los Bosques, a ciudades y sus casas convertía.
El amor de Dios y la consciencia de Gaia, es por lo que todo crecía y renacía como un cuento de fantasía, y desde el principio de los tiempos, al humano todo proveía, aunque los pedazos de sus hijos en forma de madera, cartón y papel, Él, a diario tiraría.
Quizás si el hombre se preguntaría, que hizo a un hongo brotar de la tarde al otro día, despuesito que la lluvia caía, tal vez la pregunta lo haría abrir los portales a la imaginación, creación del Padre, al amor de la Gran Madre, al misterio del universo y la vida, a la magia y fantasía.
Es el micelio la ciencia diría, el hombre siempre le encontraba una explicación a lo que no entendía. Quizás entre la manifestación y la explicación la respuesta existía.
Hay misterios de la Madre, que jamás el humano con su mente de hombre entendería, quizás si observara con ojos de niño otra perspectiva tendría.
Tal vez la respuesta sería, cuidar un poco más el lugar donde existía y que la vida le proveía.
¿Es cosa de niños el creer en fantasía? Fue Jesús el que decía, que para entrar al reino de Dios, en un niño el hombre se transformaría.
En el Bosque, un acto divino, un acto de amor y gracia se sentía , era cosa de magia al observar como el otoño desnudaba el Bosque, y en la primavera su vestidura renacía, junto con todo animal, insecto, y su cría.
Eso es solamente lo que con ojos humanos veía, la imaginación intuitivamente me decía que detrás del velo de Bosque otro universo existía.
La pregunta que a veces me hacía es, ¿Porque es que el animal llamado humano, como una polilla, todo los árboles se comilla? La gente termita, una antigua tribu les decía.
El viento, un olor a Oso traía, allá en la lejanía, bajo las ramas de un antiguo y sabio Cedro, el oso se escondía.
Detenidamente me observaba ¿Quien es ese negro loco? probablemente se preguntaba, tal parece esa día yo ocupaba, el lugar donde en días calurosos, el Oso siempre descansaba.
Después de unos minutos, daba la vuelta y se marchaba, en una bolita negra el Oso se transformaba, mientras de brinco en brinco, el Osito se alejaba.
Una araña a una mosca se comía, esa mosca, de algo muerto probablemente agarró su energía, que ironía, muerte da vida, vida da muerte, cosas del bosque, un coyote me decía.
En el Río una trucha bien trucha, un insecto se comía, no sabia que un día con una larga lombriz en mi anzuelo yo la seduciría y que pa la hora de la cena en mi cacerola dormiría.
La tierra, la Gran Madre, de una forma tan simple, dulce, grácil y muy graciosamente, su sabiduría compartía.
La hormiga desde el principio de la primavera su comida recogía y la guardaba pal invierno que tarde o temprano llegaría.
No es cosa de miedo un sompopo me decía, que la hormiga se prepara, porque un día llovería.
Muchas veces el humano sus juguetes gigantescos traía, se comía todos los árboles y sus tierras removía.
Algunas veces el invierno llegaba no solamente cuando la lluvia y la nieve caía, a veces era el humano el que los cambios traía y usualmente el bosque destruía, pero la hormiga se organizaba y sus tierras protegía.
Feliz, la ardilla su colita movilla mientras miraba el sol cuando amanecía, interesante observar como una creatura que se mueve y brinca todo el día, serenamente apreciaba y disfrutaba el calor del sol con reverencia cuando atardecía mientras el sol se escondía.
Observaba y apreciaba como La Gran Madre con la bendición de Dios, el sustento Ella constantemente proveía.
El polen en maná del cielo se trasformaba mientras en la tierra caía, come y veve la gente sin estar consciente, de esta danza, de esta linda preciosa melodía.
De este acto de amor, inadvertidamente, la mayoría de la gente se perdía.
Caminaba por el Bosque un día apreciando La Gran Madre y absorbiendo su energía. Reflexionando en cuantos árboles el humano de su Ser arrancaría, sin pensar que el efecto de su causa no dejaría un futuro para su cría.
Como un inmenso incendio forestal la vegetación el hombre consumía, pero a pesar de sus actos, el maná del cielo, através de los Bosques y selvas Ella siempre proveía.
El amor de Dios, energía, magia y fantasía, en el Bosque existía y aunque el animal llamado humano no apreciaba ni entendía, La Gran Madre através de los Bosques, su amor, oxígeno, sustento, y sabiduría Ella siempre compartía.
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